La Cuestión Ética en la Mediación

Hoy vemos que el avance vertiginoso de la tecnología y con ello las formas, alcances y rapidez con que trasmitimos información, nos presentan un desafío para nuestras reales capacidades de comprensión mutua.

Verdades que antes se entendían como absolutas, el respeto por el otro, el valor de la autoridad, el valor de la palabra empeñada, han dejado de serlo, dando paso al relativismo y a la convicción de que el uso de la palabra es puramente subjetivo. Surge el subjetivismo desenfrenado, las opiniones se contrastan a la idea de concepto, juicio y razonamiento.  El valor de la persona, del otro, como otro igualmente digno y merecedor de respeto, la tolerancia entendida como la apertura hacia otro que aunque piensa distinto o ve la realidad desde otro punto de vista, han dejado de tener el peso que se merecen.

Nuestras relaciones interpersonales se complejizan, se vuelcan hacia la agresividad como forma de mostrar quien tiene la razón, nuestras emociones se cargan de  un afán de supremacía. Cada quien quiere ser el ganador en la contienda, quien ejerce una tensión opositora de mayor envergadura o quien es más hábil para eludir la responsabilidad que le compete en una determinada relación.

El valor de lo éticamente correcto en el ambiente postmoderno ha sido atacado por un virus demoledor de una cultura despersonalizada, la supremacía de las masas, lo estético sobre lo ético claramente tiene mejor venta.

El mito del progreso constante y obtenido sea como sea, sin escrúpulos algunos, no ha sido más que generador de deshumanización, relaciones interpersonales cada vez más agresivas, mayores dificultades para establecer relaciones duraderas y flexibles a las crisis propias del ciclo de vida personal y familiar.

La mediación se nos entrega como forma de resolución de conflictos pacífica y abierta al diálogo constructivo, alineada con la trasmisión de valores que permiten crecer en la esfera de lo  personal pero indudablemente en la comprensión de que el hombre es un ser social y que se plenifica en la relación de entrega de sí mismo a los demás.

A través de este artículo quiero de alguna forma contribuir a mostrar el valor de la mediación como método sustentado sobre una serie de valores éticos y que como tal se ocupa de  la conducta libre del hombre respetando la naturaleza de su ser.

La ética, en cuanto ciencia de carácter filosófico, corresponde a un saber de orden práctico. Comprendiendo al ser humano como sujeto libre, es decir como dueño de su actuar, de hacer de un modo u otro, de hacer o de omitir, y como ser dotado de razón y entendimiento,  estudia el accionar humano deliberado, es decir qué actos le hacen bien o mal al hombre, como actos que proceden de su interior y con conocimiento del fin con el que se realizan.

La mediación propone vías y caminos abiertos al dialogo más propiamente en sintonía con la propiamente humano. Permite apertura de miradas, se alimenta de ellas y construye con ellas. Trabaja para que las decisiones humanas se encaminen a aquello que le hace bien al hombre porque entiende la toma de decisiones ante conflictos humanos sobre la base de la colaboración mutua y la reflexión.

Al respecto Baruch Bush y Folger[1] señalan que el conflicto abordado en mediación es esencialmente una ocasión de crecimiento en dos dimensiones interrelacionadas con la moral humana. La primera,  a través del  fortalecimiento  en las partes en conflicto  de la inherente capacidad humana de afrontar las dificultades  trabajando reflexivamente nuestros actos, como actos conscientes e intencionales.  La segunda dimensión está dada por el aporte que  la mediación brinda a hacer renacer nuestra capacidad de experimentar y expresar interés y consideración por otros. Reconociendo al otro como en toda su dimensión personal.

El mediador articulando el diálogo, desestructurando posiciones  muchas veces  rigidizadas por la escalada emocional del conflicto, promueve  a lo largo de un proceso de tiempo netamente propio y particular a cada caso, la reflexión sobre la historia narrativa en una sucesión de hechos de  significancia dignamente personal.   El principio de la autodeterminación pasa aquí a tener un peso específico determinante tanto para que el mediador lo trasmita a las partes en conflicto a través del manejo  de los recursos de la técnica misma,  como también, al  trabajo propio y consciente al que debe someterse  con la finalidad  de abrir el abanico de la  auténtica y original diversidad de formas de percibir la realidad, y de construir formas de acuerdo que tienen las personas.

A mi juicio lo más destacado de ello es el respeto al valor de la persona, su integralidad única y  cómo el mediador impulsa a la colaboración logrando un efecto transformador y  de resultados gratificantes. De esta forma, paso a paso se va edificando una mirada positiva y creativa del conflicto.

El conflicto y su abordaje por vías positivas y constructivas nos entregan una oportunidad  de descubrir la participación personal y activa dentro de la dinámica, tomando conciencia del protagonismo que cada cual tiene en la escalada de estos.  Es decir, el mediador trabajará desestructurando  las visiones individualistas,  acentuadas ante una situación de ataque de uno al otro, para articular sobre una lógica inclusiva  un vuelco de  miradas, dejando atrás lo que destruye la relación a costas de demoler al opositor.

Ante comentarios agresivos e hirientes la mediación rescata lo positivo de las diferencias, ante la intolerancia y la falta de escucha mutua, la mediación permite apertura y diálogo, ante visiones estrictamente lineales y ligadas a las posiciones, entrega visiones sistémicas y de mayor complejidad sustentadas en intereses, ante errores cometidos en el pasado, fortalece la capacidad de reivindicarlos con visión de futuro, ante la mirada egoísta de quien está enceguecido, invita a  descubrir  la realidad igualmente válida del otro,  ante el desconsuelo y el abatimiento producto del dolor genera esperanza de tiempos mejores.

La mediación es una verdadera oportunidad de apoyo a la familia y para cualquier relación en que un conflicto genere desavenencias. Es una alternativa profesional y sustentada en principios éticos que tanta falta nos hace incluir en nuestro mundo. Sin embargo como profesionales dedicados al tema necesitamos esfuerzos organizados para lograr su difusión. El diálogo es lo que debe primar a la hora de tomar decisiones en familia pues es la vía necesaria que protege  relaciones de tanto valor.

 

 

Isabel Ramos Nuche

Mediadora de Conflictos

Dialoguemos

[1] Baruch Bush R.A, Folger J.P “La Promesa de la Mediación”. Pág. 130. Editoria Granica. Edición 2010.